Leyendas de Orbe - Sesión 1

Todo es confusión.  Llevamos semanas viajando en este barco y no había visto algo tan sorprendente desde que puse los pies en la borda. El viento nos empuja violentamente y es desordenado. Yo que estaba subida al mástil me pilló desprevenida la tormenta y ahora me encuentro luchando contra la tempestad, agarrada a un cabo que serpentea nervioso azotando el aire. En la proa el capitán vocifera a los marineros algo que no entiendo, pues a mis oídos solo llega el silbido encolerizado del torbellino y lo veo que pone todo su ser en controlar el timón. O por lo menos que no lo controle a él. La muerte parece venir a por nosotros y creo que no es momento, pero no puedo evitar emocionarme (a pesar de la congoja que oprime mi corazón). La adrenalina estalla como fuegos artificiales dentro de mí. Mi cuerpo arde, colgado de la cuerda, intentando no ser arrojada al océano que quiere engullirme. 



El buque comienza a girar y de nuevo el calabrote se agita salvajemente. Mis manos queman despellejadas y creo que tengo sangre, aunque no sabría a ciencia cierta si es mía. No puedo más. La cuerda se resbala entre mis manos,  el dolor es insoportable y vuelo. Veo la infinita masa de agua acercarse hacia mí, abriendo la boca lista para tragar. Es el fin. Bueno al menos tuve una historia que contar cuando llegue al cielo. Todos alucinarán cuando les cuente como me ahogué en la tormenta. Es el precio de la aventura, supongo. Cierro los ojos y digo adiós al mundo.
Caer en agua es de lo más doloroso. Parece ser recia. ¡Uy, qué pez más grande! Abro los ojos. Pero no es un pez lo que se ha estrellado conmigo sino uno de los divinos que había a bordo, y es que no he caído al agua.
-              ¡Já!- grito victoriosa.
No por mucho tiempo sin embargo. El cielo continúa encapotado y las olas embistiendo contra nosotros. Aunque no lo creáis no debería preocuparme de esto, más bien de lo que acaba de surgir de entre las aguas. Es un navío colosal, el triple del nuestro.  La práctica totalidad de su eslora está fabricada con un material oscuro, de un color entre marrón y rojizo. Parece una costra enorme. Sus cabos  salen como apéndices del barco y sus velas grisáceas son membranas, parecido a las alas de un murciélago. Por si fuera poco, en vez de tener un bonito mascarón de proa con una sirena, tiene unos ojos negros y profundos que se mueven hasta vernos. Entonces abre sus enormes fauces y aúlla dirigiéndose hacia nosotros. Logro distinguir una figura oscura sobre la bestia tras la espesa cortina de lluvia. Siento su mirada clavada sobre mí y un escalofrío me recorre la columna. Algo todavía más extraño me impresiona, y es que una mediana como yo corre muy segura de sí misma hacia el frente y grita con la mano al frente, intentando parar el barco. Suprimo un ataque de risa, me podría costar la vida. <> busco a babor el bote salvavidas y dejo que esa loca se haga cargo del demonio de carne y piel. Empiezo a bajar la barca y algunos elfos se lanzan hacia mí, también un enano. En ese momento las cuerdas se sueltan y caemos con velocidad. Solo contamos con dos remos y no son de mucha ayuda ya que a estos intrusos de mi barquilla les sobran unos kilos. Al menos estamos más lejos del extraño buque-animal. Este se dirige directamente hacia nuestra embarcación. Y la mediana demente de repente parece haber despertado de su sueño del loco orgullo heroico, viendo cómo iba a acabar y salta por la borda. <> Pienso. La colisión entre carne  y madera revienta el barco progresivamente y lo astilla provocando una lluvia de agua y agujas de madera. 
Vuelvo a sentir ese escalofrío en mi espalda y al mirar a la bestia advierto que somos su siguiente objetivo.
-              ¡Remad!- otra vez la adrenalina se dispara. No obstante, mi miedo también se acrecienta.
Por mucho que remen es inútil, él se aproxima mucho más rápido y pronto nos alcanzará. Hay que disminuir el peso. El enano que había saltado antes al bote estaba mirando paralizado a nuestro depredador. Quizá el ver a la mediana chiflada me ha dejado a mí también un poco  majareta. Corro hacia el muro de músculo y pelos y con todas mis fuerzas le propino una buena patada en el culo. Pierdo aún más la cabeza cuando veo que lo he conseguido y cae como un proyectil sobre la chalada que me inspiró aquella idea irreal. Caigo de bruces en el suelo y sonrío notando que mi plan ha funcionado y ganamos velocidad. Por un instante, nuestro perseguidor se muestra indeciso. No sabe si ir a por nosotros o los otros que hay en la tablilla.
-              ¡Venga ya!- profiero decepcionada cuanto opta por mí y mis compañeros.- ¡Te he mandado al gordo! ¡Tiene más chicha!¡ Podrías haberlo atrapado en el aire y olvidarnos.
El otro hace oídos sordos (si es que me ha conseguido escuchar). Me resigno y quedo mirándolo, esperando a que nos coma. Ya sí que no nos salvamos.
De súbito el aguacero ha amainado, convertido en una llovizna que limpia nuestras heridas. El barco desconocido se desvanece igual de rápido que había aparecido y lo único que veo es los restos  desperdigados de lo que fue nuestra nave. Entre ellos el enano me fulmina con la mirada y yo me limito a sonreír, vuelvo la cabeza y espero a que desaparezca. Estamos rodeados de mar, no obstante una elfa me dice que siente tierra cerca. Yo asiento <> digo para mis adentros.
Avanzamos penosamente, pero avanzamos  a salvo, que es lo que importa. Yo me las arreglo para pasearme por los huecos que hay y varias veces caigo al agua. Esto es aburridísimo.
-              ¿Cuánto falta?- pregunto por enésima vez.
-              Como vuelvas a preguntar te tiro al agua y dejo que te las arregles con tu amigo el enano.-sonríe una de las elfas.
Me callo y me siento atrás impaciente. Empiezo a cantar una canción sin saber qué hacer y pronto estoy bailando divertida. El bote se balancea con mis pasos y marca el ritmo.
-              Te importaría estarte un segundo quieta.-gruñe alguien con un tono crispado.
Ahogo un chillido y  me siento tamborileando con los dedos en el borde del barco. Se me ocurre un juego que me quitará el aburrimiento un rato. Me subo al borde de la barca y camino sobre ella intentando no caer al agua.
-              ¿¡NO TE PUEDES ESTAR UN MALDITO SEGUNDO SIN HACER NADA?!
Esta vez no tengo suerte, caigo otra vez al mar y la barca vuelca conmigo.
-              ¡Vas a ver lo que es bueno mediana!-  me estoy arrepintiendo de no haberme relajado. Una luz cegadora brilla y yo me tapo la cara para no ver lo que se me echa encima.
Nada. Me destapo poco a poco y diviso tierra. Una tierra impregnada de color y que rezuma vida. Los edificios tienen formas geométricas y complejas, que incluso para una analfabeta como yo, me hacen pensar que desafían cualquier ley natural. Por no hablar de la luz que irradia el lugar. En mi vida había apreciado tal variedad cromática. Me subo a la barquilla que han vuelto a colocar los elfos y por primera vez no me muevo. Las casas son un pobre ejemplo de la ciudad, pues sus habitantes son aún más refulgentes si cabe. Van ataviados con prendas multicolores, brillantes, mate, con diferentes modelos y patrones. Además algunos montan unas criaturas escamosas y relucientes. El puerto es un corazón latiente. Cada latido hace cimbrear el aire con el olor de las especias y  el salitre de la costa, y reverbera la melodía de un puerto comerciante al comienzo de la jornada.
Una sombra nos cubre. Es otro barco, reluciente, hermoso como la fortaleza que tengo ante mis ojos. Un hombre semidesnudo de piel oscura emite unos sonidos guturales y nos señala con desdén. Yo me planto en proa, pero no parece percatarse. Les habla a los elfos que no saben qué responder, pues no hablan la lengua de Chult. <>.
-              Venimos en son de paz.- alzo la voz procurando sonar segura de mí misma, a pesar de que al escucharme parezca un globo desinflándose.
Una mujer, también negra se acerca al hombre. Le comenta algo, que no creo que sea invitarnos a merendar a su barco por los gestos que hace.
-              ¿Qué queréis?
Balbuceo algo incomprensible. <>pensó<>.
La mujer nos apunta con una lanza y yo siento que encojo. Le susurra algo irritada al varón por segunda vez.
-              No. Calma hermana.- alza la mano. Nos mira con dureza observando el aspecto andrajoso de cada uno.- ¿Y bien?
-              ¡Comerciar!- exclama la elfa que antes amenazó contra mi vida.- ¡Venimos a comerciar!
El sujeto suaviza el gesto.
-              ¡Genial! Este el mejor lugar para tales propósitos.
-              ¿Y con qué queréis comerciar?- alza una ceja autoritaria la mujer.
-              Pues… bueno…- la elfa baja la cabeza nerviosa.
-              ¡Servicios!¡Ofrecemos nuestros servicios!
Él posa sus ojos duros en mí y creo que se esfuerza por no soltar una carcajada. Rápidamente vuelve a su estado severo y continúa:
-              Resulta que buscábamos a un grupo como vosotros. Numerosos y dispuestos a trabajar. Venid forasteros. Os llevaré ante Cíndar.
Nos condujo por la ciudad a paso de legionario. Por cada zancada que daba, yo tenía que triplicar la marcha y cuando paró en lo alto de un montículo me apoyé en la pared a recuperarme del resuello.
Subimos una torre y nos dejó en una habitación abarrotada de mapas, libros, pergaminos y artilugios que intuía para qué servían. Lo único que se escuchaba era el aliento cansado y la música del mercado de Chult apagada.
La puerta se abrió de un portazo. Una bestia que podría haber sido prima hermana de la que vimos sobre las aguas cruzó el umbral. Parecía ser una mutación entre humanos y reptiles. El elfo que tenía al lado gimió y se tocó el trasero, lo que me hizo saber por qué olía repentinamente mal.
-              Buenos días.- su voz era sobrenatural, inhumana.- Vais a ser contratados para internaros en la jungla de Chult y averiguar qué ha sucedido con la orden del guantelete. ¿Algún inconveniente?
-              ¿Cuándo partiremos?- intentó articular uno de nosotros.
Cíndar miró nuestro aspecto asqueado.
-              Mañana a mediodía.-determinó- Ahora largaos y poneos decentes.
Así uno a uno fuimos apresurados saliendo de la Torre. ¡No puedo creer la aventura a la que me he lanzado! Sonrío brillante. Y sigo a mis compañeros a deleitarme con las extravagantes maravillas del puerto. La ciudadela del arcoíris.

Raquel Sánchez 4º ESO

Comentarios