Prólogo - El letargo de la pesadilla

Estimados lectores, os propongo un nuevo reto para obtener puntos de experiencia para mejorar vuestros personajes. 

Un miembro de vuestro grupo elegido por vosotros deberá ir escribiendo la crónica de lo sucedido en cada capítulo que juguemos. 

Como veis en el título, en esta entrada debéis escribir lo sucedido en el prólogo. Hacedlo como si fuera una historia narrada desde vuestro punto de vista. Repito, solo debe hacerlo un miembro del grupo en representación de los demás, y solo debe narrar  la parte del prólogo, que es la que ya habéis terminado todos. Como siempre, no es obligatorio, pero aquellos grupos que escriban sus historias recibirán puntos de experiencia en la próxima sesión. Tenéis de plazo hasta que os toque jugar el segundo capítulo. O sea que aún hay tiempo (teniendo en cuenta que aún faltan la mitad de grupos por terminar el primero) pero os recomiendo que lo hagáis lo antes posible (que luego se olvida).

Os dejo un ejemplo maravilloso que ya ha mandado Paula Bravo del grupo 1. Cuando me los vayáis mandando los iré subiendo aquí. Si no os cabe en un solo mensaje, lo partís y lo mandáis en dos. O me lo enviáis al correo del periódico Alba Mundi (recordad esforzaros y cuidar la ortografía): 

periodicoreginamundi@gmail.com


PRÓLOGO GRUPO 1: PAULA BRAVO
Mis huesos se entumecían. Nada era todo y todo era nada. Dolor. Angustia. Pánico. Terror. Frío. Un frío abrasador que atravesaba mi piel como miles de estacas infinitamente puntiagudas que deseaban llegar al centro de lo más profundo de mi ser. Negro. Una tormenta arrasaba mi alma y mi cuerpo poniéndolo todo del revés. Un sonido ensordecedor hacía eco en mis oídos, como el vibrar de una cuerda o el zumbido de un insecto. Logré volver en mí mismo, sin perder la sensación de estar en un limbo constante, pero, tras recuperar la vista, percibí que a mi alrededor se encontraban distintos seres de distintas especies. No estaba solo. Atalantanos, Telurias y Antarianos, que parecían estar igual de perdidos o más que yo, incluso. Era extraño. No había ni un atisbo de odio, ni una mota de rivalidad entre nosotros. En cualquier otra situación, la presencia de los Antarianos me habría incordiado, por ejemplo, pero no sentía ninguna especie de negatividad hacia ellos. Olvidándome de eso, extendí un poco mi visión hasta que vislumbré una presencia extraña, a lo lejos. Una figura humanoide nos observaba entre la tormenta y la nieve a un lado, y al otro, una especie de montículo… tal vez… ¿una máquina? No alcanzaba a ver lo que era con exactitud, así que hice el amago de acercarme un poco, pero al moverme, todos mis músculos se quejaron y se paralizaron. El frío comenzaba a tirar de mi cuerpo provocándome un intenso dolor que era incapaz de controlar, me congelaba, me mataba. Pero no podía acabar ahí. Traté de dar otro paso siendo detenido esta vez por mi propia consciencia. El suelo crujió. Centré la vista en mis pies y quedé completamente horrorizado. Una gran placa de hielo parecía estar empezando a resquebrajarse, y, bajo esta, cuerpos extraños y figuras semi humanoides chocaban con la superficie flotando en algo parecido al agua. —¡No os mováis!— Ordené de inmediato, tratando de alzar la voz sobre la tempestad. La mayoría de los allí presentes parecieron obedecerme, es más, uno de los dos telurias se había dado cuenta de lo mismo y trataba de ser lo más ligero posible. Sin embargo, un ignorante atalantano sacó su espada y comenzó a golpear el suelo haciendo que este se rompiese aún más, a lo que yo retrocedí alarmado sin ser capaz de detenerlo. Por suerte, la razón lo hizo antes que yo y volvió a guardar el arma donde estaba. Estúpido bruto ingenuo… Moviéndome a paso lento, junto a la mayor parte del grupo (o lo que supuse que eran todos) y tratando de ignorar el horrendo dolor que me carcomía, comencé a avanzar hacia aquella extraña estructura aparentemente metálica. Cuando estuve lo suficientemente cerca, me sentí bastante impotente ya que fui incapaz de reconocerla. Odiaba cuando algo se escapaba de mi entendimiento, así que decidí acercarme más que el resto para poder inspeccionarla. Por desgracia, cuando mi curiosidad me llevó demasiado lejos y mi mano se alzó para acariciar la máquina y apreciar su tacto, el débil suelo se quebró con un gran estruendo, y automáticamente salté hacia atrás, asustado. Justo después, aquellos extraños cuerpos comenzaron a brotar desde el interior, mostrándonos su horrenda forma y temible apariencia. Eran… ¿Antarianos terriblemente refractados? Sabía que aquella innecesaria acción no llevaría a nada bueno. Estas curiosas criaturas no tardaron en intentar atacarnos lanzándose sobre nuestros cuerpos, mientras que con garras y dientes trataban de dañarnos. Algunos, como yo, fuimos más afortunados y logramos escapar de sus puntiagudas armas, corriendo y saltando mientras que la adrenalina corría por nuestra piel y el viento nos removía las telas. Otros, como varios Atalantanos y los dos Teluria, no corrieron la misma suerte, y mientras me alejaba corriendo hacia la figura humana pude ver como las criaturas los tiraban al lugar de donde habían salido mientras que se ahogaban en las heladas aguas. Poco a poco, nos fuimos acercando, dándonos cuenta de que no era más que una estatua. Alrededor de ella, tres estructuras cristalinas resguardaban las tres especies que poblaban el orbe, como si se mantuviesen en una especie de sueño permanente. Uno de los Atalantanos que había avanzado conmigo se adelantó y al parecer logró ver la estatua principal con más precisión, pero, cuando traté de acercarme, algo golpeó mi cabeza con tal fuerza que sentí como toda mi alma caía al suelo. El frío desapareció, pero no la tormenta. Todo se volvió negro.


PRÓLOGO GRUPO 3: PAULA JIMÉNEZ
¿Qué...? ¿Qué había sucedido?, ¿dónde estaba? y, ¿quiénes eran estas personas con las que me encontraba?, ¿estaba en el Delirio acaso? No, se veía demasiado real. ¿Entonces? No puedo encontrar explicación a este hecho por lo que me dispongo a observarlos. Atalantanos en su mayoría, exceptuando al Antariano y al Teluria. Bueno, un puno a mi favor. Los miré detenidamente, intentando analizarlos sin que lo notaran. vaya, parecían incluso más perdidos que yo, sus rostros reflejaban ese terror al desconocer lo que les rodeaba, esa curiosidad por el de al lado y sí, esa valentía por lo que el futuro les depararía.
Inmediatamente siento una fuerza indescriptible naciendo dentro de mi ser, una especie de lazo que los unía a lo demás y algo que, sin saber cómo, les hizo depender los unos de los otros.
Al finalizar aquella, por así llamarla, conexión, observé esta vez donde me encontraba y puedo asegurar, sin la más mínima duda, que desconozco la zona. el paisaje era demasiado helado para mi gusto, me coloco un poco mejor la máscara y me arrebujo un poco más entre mis ropas para entrar en calor.
El terreno era desolador, sin un ápice de vida exceptuándonos a nosotros. el suelo helado parecía cubrir algo... pero no pude distinguir qué… aunque pensándolo bien, no estábamos del todo solos. aun lado se hallaba una ¿fortaleza?, no parecía natural y la niebla dificultaba aún más su visión. en cambio, por el otro lado se encontraban unas extrañas columnas con algo o alguien en medio. miré de reojo a mis compañeros y no me sorprendí al verlos observar lo mismo que yo.
Aún sin mediar a palabra unos se dirigieron hacia la "fortaleza", y otros, yo inclusive, nos dirigimos hacia las columnas. pero claro esto solo era la calma antes de la tormenta.
Los que se habían ido hacia el otro lado descubrieron que no era una fortaleza, sino un artilugio lleno de cachivaches con intrincadas formas el cual, sin previo aviso, rompió el frágil suelo donde se hallaban, saliendo personas de él, bueno, si se podrían llamar personas. Seres desfigurados, mitad humanos mitad máquinas. Un gran error. Pero, gracia al Humano, lograron escapar.
Mientras tanto, nosotros nos quedamos viendo a esa figura irreal, ya que estaba entera refractada. Siempre sentí repulsión hacia la refracción, pero eso era el límite. Nos dijo palabras inverosímiles, algo de que éramos los elegidos, pero no pudimos entenderlo ya que, de repente, todos caímos en ese vacío tan conocido.
El Delirio.


PRÓLOGO GRUPO 2: MARTA PIÑAR 
Un chisporroteo resuena en mi cabeza. Siento dolor y está oscuro. Poco a poco voy abriendo los ojos. Me estremezco de frío. Estoy en un páramo helado en el que nada rompe el horizonte. Deduzco que estoy en las Tierras Fractales, no, en una imagen de las Tierras Fractales, tal vez sea el delirio. Miro a mi alrededor aparte de mí hay una atalantana y tres telurias, soy la única antariana. Me pongo el abrigo de mi mochila, a los teluria no les hace falta, no sienten frío con su denso pelaje. Sin embargo, la chica atalantana está tiritando. El suelo cruje bajo nosotros, uno de los teluria se tumba para repartir el peso y los otros dos lo imitan. Las dos chicas nos quedamos de pie, los pneumas somos mucho más ligeros y nuestro peso no pone en peligro el suelo helado bajo nuestros pies. Es curioso he visto a estos animales como iguales a mí, y no encuentro ningún rencor hacia la atalantana, es como si no hubiese fronteras entre nosotros, como si no importasen nuestras diferencias. Es extraño, tampoco me acuerdo de qué estaba haciendo antes o dónde estaba. Una voz resuena en mi cabeza “el cambio ha comenzado”. Miramos a nuestro alrededor, buscando el origen de la voz. Al parecer, los demás también la han escuchado. A un lado se distingue un gran montículo, tal vez una estructura, al otro cuatro pilares o figuras, uno de estos brillando. La atalantana sin hablarlo con nadie, se dirige hacia la estructura, uno de los teluria la sigue. Ellos se encargarán de esa parte, yo me dirijo hacia los pilares junto con el segundo teluria. El último de esta especie sigue a los otros. Mientras avanzamos, la voz sigue hablando.

Caminamos hacia los pilares que, aunque cada vez estamos más cerca, parecen alejarse. Son cuatro seres: un antariano, que identifico por sus partes refractadas; un teluria, pero con rasgos más felinos que simiescos; un ser que se podría identificar como uno de los mitológicos humanos; y una figura luminosa, en la que se puede distinguir su mecánico cuerpo, sin ninguna parte biológica, como si estuviera entero refractado. Todos están paralizados, y parecen antiguos, como si no debieran estar aquí, como si pertenecieran a otra época anterior. El ser mecánico nos está mirando, es él quien nos habla. Al momento me acuerdo de un pergamino, no sé dónde lo vi, en el que aparecían las cuatro figuras que veo delante mía. En el dibujo, aparecían estos seres en postura fetal conectados por el cordón umbilical, excepto el ser mecánico del que un cable salía de su cabeza, a un mundo en el centro, tal vez Orbe. En el análisis de Laocoos Turión, uno de los altos heraldos de mi ciudad, se decía que el pergamino estaba sin datar, que el ser que yo he identificado como humano era, efectivamente, humano; y que no había noticias de la existencia del ser que nos está hablando. Pero yo los estoy viendo en este momento, por lo tanto si esto es real, si de verdad están las cuatro figuras en las Tierras Fractales, el autor del dibujo tuvo que verlas, y estar en el mismo lugar, o en el mismo delirio o sueño en el que estoy yo ahora. Aunque, tal vez esto sea producto de mi imaginación después de haber visto el pergamino, o que incluso la existencia del dibujo sea parte del sueño.

De repente, sacándome de mis pensamientos, todo cruje. Me doy la vuelta, los otros habían llegado a la estructura, pero uno de los teluria caminaba hacia nosotros, como si hubiese cambiado de opinión respecto a su rumbo. La estructura estalla en mil pedazos que salen volando en todas direcciones, aunque por suerte sin llegar hasta nosotros. Era una máquina, tal vez hubieran necesitado mis conocimientos mecánicos de antariana. Aunque esto ya no importa, porque el suelo empieza a agrietarse y a caerse, y en los huecos que deja al caer aparecen brazos, piernas, manos y cabezas. Seres que recuerdan vagamente a los pneumas. La atalantana comienza a huir hacia nosotros, al igual que el teluria que había cambiado de opinión, el otro saca su lanza e intenta defenderse, y nosotros corremos hacia las figuras. Cada vez hay más seres y se extienden hacia nosotros, sin poder evitarlo la atalantana y el teluria son agarrados y arrastrados por ellos, e incluso llegan hasta el teluria que ya estaba a mitad de camino. Cuando este último es capturado por las figuras, el último teluria y yo, los únicos que quedamos, llegamos hasta el ser totalmente mecánico. Este habla: “os necesito”, me fijo en sus ojos. Son como un mosaico, una imagen en la que nos vemos reflejados que se repite infinitas veces, como en un fractal. Nos extiende la mano, y sin poder cogérsela, despierto.




Comentarios

  1. Paula Jiménez Mora 3ESO
    PRÓLOGO:
    ¿Que..? ¿Qué había sucedido?, ¿donde estaba? y, ¿quienes eran estas personas con las que me encontraba?, ¿estaba en el Delirio acaso? No, se veia demasiado real. ¿Entonces? No puedo encontrar explicación a este hecho por lo que me dispongo a observarlos. Atalantanos en su mayoría, exceptuando al antariano y al teluria. bueno, un puno a mi favor. Los miré detenidamente, intentando analizarlos sin que lo notaran. vaya, parecían incluso más perdidos que yo, sus rostros reflejaban ese terror al desconocer lo que les rodeaba, esa curiosidad por el de al lado y sí, esa valentía por lo que el futuro les depararía.
    Inmediatamente siento una fuerza indescriptible naciendo dentro de mi ser, una especie de lazo que los unía a lo demás y algo que, sin saber cómo, les hizo depender los unos de lo otros..
    Al finalizar aquella, por así llamarla, conexión, observé esta vez donde me encontraba y puedo asegurar, sin la más mínima duda, que desconozco la zona. el paisaje era demasiado helado para mi gusto, me coloco un poco mejor la máscara y me arrebujo un poco más entre mis ropas para entrar en calor.
    El terreno era desolador, sin un ápice de vida exceptuándonos a nosotros. el suelo helado parecía cubrir algo... pero no pude distinguir qué.. aunque pensándolo bien , no estábamos del todo solos. aun lado se hallaba una ¿fortaleza?, no parecía natural y la niebla dificultaba aún más su visión. en cambio, por el otro lado se encontraban unas extrañas columnas con algo o alguien en medio. miré de reojo a mis compañeros y no me sorprendí al verlos observar lo mismo que yo.
    Aún sin mediar a palabra unos se dirigieron hacia la "fortaleza", y otros, yo inclusive, nos dirigimos hacia las columnas . pero claro esto solo era la calma antes de la tormenta.
    Los que se habían ido hacia el otro lado descubrieron que no era una fortaleza , sino un artilugio lleno de cachivaches con intrincadas formas el cual, sin previo aviso, rompió el frágil suelo donde se hallaban, saliendo personas de él, bueno, si se podrían llamar personas. Seres desfigurados, mitad humanos mitad máquinas. Un gran error. Pero, gracia al Humano, lograron escapar.
    Mientras tanto, nosotros nos quedamos viendo a esa figura irreal, ya que estaba entera refractada. Siempre sentí repulsión hacia la refracción , pero eso era el limite. Nos dijo palabras inverosímiles,algo de que éramos los elegidos , pero no pudimos entenderlo ya que, de repente, todos caímos en ese vacío tan conocido.
    El Delirio.

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  2. Soy Marta Piñar Pérez de 2ºA del segundo grupo.
    PARTE 1
    Un chisporroteo resuena en mi cabeza. Siento dolor y está oscuro. Poco a poco voy abriendo los ojos. Me estremezco de frío. Estoy en un páramo helado en el que nada rompe el horizonte. Deduzco que estoy en las Tierras Fractales, no, en una imagen de las Tierras Fractales, tal vez sea el delirio. Miro a mi alrededor aparte de mí hay una atalantana y tres telurias, soy la única antariana. Me pongo el abrigo de mi mochila, a los teluria no les hace falta, no sienten frío con su denso pelaje. Sin embargo la chica atalantana está tiritando. El suelo cruje bajo nosotros, uno de los teluria se tumba para repartir el peso y los otros dos lo imitan. Las dos chicas nos quedamos de pie, los pneumas somos mucho más ligeros y nuestro peso no pone en peligro el suelo helado bajo nuestros pies. Es curioso he visto a estos animales como iguales a mí, y no encuentro ningún rencor hacia la atalantana, es como si no hubiese fronteras entre nosotros, como si no importasen nuestras diferencias. Es extraño, tampoco me acuerdo de qué estaba haciendo antes o dónde estaba. Una voz resuena en mi cabeza “el cambio ha comenzado”. Miramos a nuestro alrededor, buscando el origen de la voz. Al parecer, los demás también la han escuchado. A un lado se distingue un gran montículo, tal vez una estructura, al otro cuatro pilares o figuras, uno de estos brillando. La atalantana sin hablarlo con nadie, se dirige hacia la esturctura, uno de los teluria la sigue. Ellos se encargarán de esa parte, yo me dirijo hacia los pilares junto con el segundo teluria. El último de esta especie sigue a los otros. Mientras avanzamos, la voz sigue hablando.

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  3. PARTE 2
    Caminamos hacia los pilares que aunque cada vez estamos más cerca, parecen alejarse. Son cuatro seres: un antariano, que identifico por sus partes refractadas; un teluria, pero con rasgos más felinos que simiescos; un ser que se podría identificar como uno de los mitológicos humanos; y una figura luminosa, en la que se puede distinguir su mecánico cuerpo, sin ninguna parte biológica, como si estuviera entero refractado. Todos están paralizados, y parecen antiguos, como si no debieran estar aquí, como si pertenecieran a otra época anterior. El ser mecánico nos está mirando, es él quien nos habla. Al momento me acuerdo de un pergamino, no sé dónde lo vi, en el que aparecían las cuatro figuras que veo delante mía. En el dibujo, aparecían estos seres en postura fetal conectados por el cordón umbilical, excepto el ser mecánico del que un cable salía de su cabeza, a un mundo en el centro, tal vez Orbe. En el análisis de Laocoos Turión, uno de los altos heraldos de mi ciudad, se decía que el pergamino estaba sin datar, que el ser que yo he identificado como humano era, efectivamente, humano; y que no había noticias de la existencia del ser que nos está hablando. Pero yo los estoy viendo en este momento, por lo tanto si esto es real, si de verdad están las cuatro figuras en las Tierras Fractales, el autor del dibujo tuvo que verlas, y estar en el mismo lugar, o en el mismo delirio o sueño en el que estoy yo ahora. Aunque, tal vez esto sea producto de mi imaginación después de haber visto el pergamino, o que incluso la existencia del dibujo sea parte del sueño.
    De repente, sacándome de mis pensamientos, todo cruje. Me doy la vuelta, los otros habían llegado a la estructura, pero uno de los teluria caminaba hacia nosotros, como si hubiese cambiado de opinión respecto a su rumbo. La estructura estalla en mil pedazos que salen volando en todas direcciones aunque por suerte sin llegar hasta nosotros. Era una máquina, tal vez hubieran necesitado mis conocimientos mecánicos de antariana. Aunque esto ya no importa, porque el suelo empieza a agrietarse y a caerse, y en los huecos que deja al caer aparecen brazos, piernas, manos y cabezas. Seres que recuerdan vagamente a los pneumas. La atalantana comienza a huir hacia nosotros, al igual que el teluria que había cambiado de opinión, el otro saca su lanza e intenta defenderse, y nosotros corremos hacia las figuras. Cada vez hay más seres y se extienden hacia nosotros, sin poder evitarlo la atalantana y el teluria son agarrados y arrastrados por ellos, e incluso llegan hasta el teluria que ya estaba a mitad de camino. Cuando este último es capturado por las figuras, el último teluria y yo, los únicos que quedamos, llegamos hasta el ser totalmente mecánico. Este habla “os necesito”, me fijo en sus ojos. Son como un mosaico, una imagen en la que nos vemos reflejados que se repite infinitas veces, como en un fractal. Nos extiende la mano, y sin poder cogérsela, despierto.

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